Hace unos años en el Reina Sofía me pasó algo completamente extraordinario. Estaba solo en una enorme sala mirando una muestra de Lucien Freud. En la sala contigua dormitaba aburrida la vigiladora. Llevaba un rato plantado frente al retrato de un tipo con boina. De pronto, entre la pintura y yo pasa caminando, lentamente, el tipo del retrato, con boina y todo. Me fregué los ojos, no podía creer lo que estaba viendo y sabía sin ninguna duda que ese día aún no había bebido.
El tipo siguió su camino, mirando despreocupadamente las obras y yo, no repuesto de mi perplejidad, corrí a buscar a la vigiladora para que me confirmara que aquello era cierto no estaba delirando. La mina me escuchó como se escucha a un loco. Con un poco de extrañeza y mucho de desconfianza, pero me siguió. El tipo ya andaba por la otra sala. La vigiladora se le acercó, lo rlojeó, constató y volvió todavía más asombrada que yo. Le propuse que nos pusieramos de novios para celebrarlo pero me contestó que la comprometía.
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ReplyDeleteA mi me parece que el dato se lo pasó André Masson.
ReplyDeleteO Jean Dubuffet....
ReplyDeletePedro. Me llego la revista, magnifica!!
Qué bien, Oscar; estaba a punto de escribirte para preguntar si la habías recibido.
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ReplyDeleteYour favourite artist out of the 4? I reckon you'd plum for Bacon.
ReplyDeleteDid the woman in the pictures mind you following her around with a camera?
...Yes, but I am a Paparazzo.
ReplyDeleteActually I would plum for Turner.
ReplyDeleteDisculpe, una pregunta:
ReplyDelete¿Y quién fue el ángel que pintó a la dama de los cabellos color ceniza?
Hace unos años en el Reina Sofía me pasó algo completamente extraordinario.
ReplyDeleteEstaba solo en una enorme sala mirando una muestra de Lucien Freud. En la sala contigua dormitaba aburrida la vigiladora.
Llevaba un rato plantado frente al retrato de un tipo con boina. De pronto, entre la pintura y yo pasa caminando, lentamente, el tipo del retrato, con boina y todo. Me fregué los ojos, no podía creer lo que estaba viendo y sabía sin ninguna duda que ese día aún no había bebido.
El tipo siguió su camino, mirando despreocupadamente las obras y yo, no repuesto de mi perplejidad, corrí a buscar a la vigiladora para que me confirmara que aquello era cierto no estaba delirando.
La mina me escuchó como se escucha a un loco. Con un poco de extrañeza y mucho de desconfianza, pero me siguió. El tipo ya andaba por la otra sala. La vigiladora se le acercó, lo rlojeó, constató y volvió todavía más asombrada que yo.
Le propuse que nos pusieramos de novios para celebrarlo pero me contestó que la comprometía.
Parece una historia de Oscar Wilde. Hubiese sido lindisimo que pasase eso en una muestra de Velázquez.
ReplyDeleteDebe ser porque yo vivo en la calle Wilde, como le podrá corroborar el Sr. Don Editor que no me deja mentir.
ReplyDeleteDon Oscar, ahora en serio: ¿en la Tate se juega al ta-te-tí?
ReplyDeleteNo, al tetto
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